Atenea expulsando a los vicios del jardin del jardín de la virtud: Andrea Mantegna (SXVI)
"Casiano completa el cuadro de los ocho espíritus del mal con
reordenamientos internos; forma parejas de vicios que guardan entre sí
relaciones particulares de "alianza" y de "comunidad": orgullo y
vanagloria, pereza y acidia, avaricia y cólera. La fornicación forma
pareja con la gula. Por diversas razones: porque son dos vicios
"naturales", que son innatos y por consiguiente nos es muy difícil
desprendernos de ellos; porque son dos vicios que requieren la
participación del cuerpo no sólo para formarse sino para llevar a cabo
su objetivo; y, por último, porque existen entre ellos nexos de
causalidad muy directa: es el exceso de alimento lo que enciende en el
cuerpo el deseo de la fornicación. Y, ya sea porque de esta manera se
encuentra íntimamente relacionado con la gula o, por el contrario, por
su naturaleza propia, el espíritu de fornicación tiene un lugar
privilegiado en relación con los otros vicios de los cuales forma parte.Casiano subraya el hecho de que los vicios no son independientes unos de
otros, incluso sí, de manera más particular, una persona puede ser
atacada por uno o por otro. Un vector causal los une: comienza en la
gula, la cual nace con el cuerpo y enciende a la fornicación; esta
primera pareja engendra luego la avaricia, entendida como apego a los
bienes terrenales; la cual da origen a las rivalidades, las disputas y
la ira; de los cual se produce el abatimiento de la tristeza, que
provoca el hastío de la vida monástica en conjunto y la acidia. Tal
encadenamiento supone que nunca se podrá vencer un vicio si no se ha
triunfado sobre aquél en el cual éste se apoya. "La derrota del primero
aplaca al que le sigue; vencido aquél, éste languidece sin mayor
empeño.
"La pareja gula-fornicación debe arrancarse de cuajo antes que las otras se asemejen a "un árbol gigantesco cuya sombra se extiende a lo lejos". De aquí la importancia ascética del ayuno como medio para vencer la gula y para dar fin a la fornicación. Allí está la base del ejercicio ascético, pues en ésta se encuentra el inicio de la cadena causal. Por último, la fornicación tiene un cierto privilegio ontológico en relación con los otros vicios que le confiere una importancia ascética particular. A. igual que la gula, tiene sus raíces en el cuerpo. Es imposible vencerla sin someterlo a la maceración; mientras que la ira o la tristeza se combaten "tan sólo con la industria del alma", la fornicación no puede arrancarse de cuajo sin "la mortificación corporal, la vigilia, el ayuno, el trabajo que muele al cuerpo". Lo cual no excluye - por el contrario- el combate que el alma tiene que librar contra sí misma, ya que la fornicación puede nacer de pensamientos, de imágenes, de recuerdos: "Cuando el demonio con su sutil astucia ha insinuado el recuerdo de la mujer en nuestro corazón, comenzando con nuestra madre, nuestras hermanas, nuestras parientes o ciertas mujeres piadosas, debemos ahuyentar lo más rápido posible estos recuerdos, por miedo a que si nos detenemos demasiado en ellos, el tentador encuentre la ocasión para hacernos pensar luego en otras mujeres insensiblemente".
"La pareja gula-fornicación debe arrancarse de cuajo antes que las otras se asemejen a "un árbol gigantesco cuya sombra se extiende a lo lejos". De aquí la importancia ascética del ayuno como medio para vencer la gula y para dar fin a la fornicación. Allí está la base del ejercicio ascético, pues en ésta se encuentra el inicio de la cadena causal. Por último, la fornicación tiene un cierto privilegio ontológico en relación con los otros vicios que le confiere una importancia ascética particular. A. igual que la gula, tiene sus raíces en el cuerpo. Es imposible vencerla sin someterlo a la maceración; mientras que la ira o la tristeza se combaten "tan sólo con la industria del alma", la fornicación no puede arrancarse de cuajo sin "la mortificación corporal, la vigilia, el ayuno, el trabajo que muele al cuerpo". Lo cual no excluye - por el contrario- el combate que el alma tiene que librar contra sí misma, ya que la fornicación puede nacer de pensamientos, de imágenes, de recuerdos: "Cuando el demonio con su sutil astucia ha insinuado el recuerdo de la mujer en nuestro corazón, comenzando con nuestra madre, nuestras hermanas, nuestras parientes o ciertas mujeres piadosas, debemos ahuyentar lo más rápido posible estos recuerdos, por miedo a que si nos detenemos demasiado en ellos, el tentador encuentre la ocasión para hacernos pensar luego en otras mujeres insensiblemente".
FOUCAULT- Historia de la Sexualidad.
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