jueves, 28 de noviembre de 2013

Oda al Oh











Oh gemido de mi boca
que a la vida convoca.

Oh desprecio de mi mente
ante los folios que mienten.

Oh eterno retorno
a la decadencia de mi entorno.

Oh rumor de mi piel
que aún huele a hiel.

Maldita la rima que no llega a la cima.
















Imagen: Roberto Ferri

lunes, 25 de noviembre de 2013

La Subcultura Bear


A finales de los 80 el barrio de Castro, en San Francisco, era ya muy conocido como un espacio gay: proliferaban los locales de ambiente, librerías, cines, restaurantes, la mayor parte de los residentes en el área eran gays, y numerosas organizaciones tenían sus sedes en el barrio.

El Castro no era ajeno a la estética del momento; por sus calles era frecuente ver paseando chicos de porte atlético, bien afeitados, jóvenes, elegantemente vestidos a la moda, afanándose en reproducir el modelo de belleza gay imperante. Pero, en esa misma acera, empezaban a aparcar sus motos unos tipos de aspecto muy distinto: barbudos, barrigudos, corpulentos, con las piernas enfundadas en viejos vaqueros y el vello del pecho asomando de la camisa de leñador entreabierta: los osos. Nadie sabe con seguridad cuándo se empezó a generalizar el uso de esta denominación, pero todo apunta a dos referencias: el bar Lone Star y la revista Bear Magazine. De hecho existía cierto lazo con la propia comunidad leather, ya que algunos moteros exhibían de forma orgullosa la barriga y la barba como señas de identidad, y se reunían también en el Lone Star. (Este vínculo persiste hoy en día, de forma que en la comunidad leather es fácil ver personas de aspecto osuno, y en los bares ‘bear’ encontramos a veces algunos osos con estética leather.)

Cuando aparece por primera vez el Bear Magazine, se produce un fenómeno social sin precedentes. La revista se agota en pocos días y comienzan a llegar a la redacción cientos de cartas eufóricas celebrando el contenido de la revista: por fin una revista con fotos de hombres peludos, gorditos, con barbas pobladas, y... sorpresa: ¡no superdotados! Pero vayamos por partes. ¿Qué es eso de "por fin"? La revista acababa de inaugurar la posibilidad de un reconocimiento distinto, un espacio de representación nuevo, había presentado una imagen de "cuerpo deseable" hasta entonces atípica, que sin embargo produjo la identificación de un enorme número de personas. Los lectores expresaban básicamente dos ideas: "a mí me encantan ese tipo de hombres, pero pensé que nadie compartía mi gusto", y también: "yo tengo ese aspecto, pero creía que yo no era deseable".
Los editores de la revista eran conscientes de la diferencia que querían marcar respecto a la imagen típica del cuerpo. Se posicionaron explícitamente criticando el imperio de ese cuerpo normalizado por la moda, excluyente de otras estéticas y formas de deseo. Esa reflexión política sobre el cuerpo tenía otra vertiente: los hombres que aparecían en las fotos tenían penes normales, no esas pollas descomunales de las revistas del mercado. Ello favoreció aún más la posibilidad de identificación de los lectores, liberándoles de los complejos de inferioridad que se suelen dar cuando uno se compara con semejantes prodigios de la naturaleza. Y, finalmente, los osos no eran necesariamente jóvenes: en la revista aparecían frecuentemente hombres maduros, mostrando gozosamente su desnudez (los osos polares, de hermosas barbas canosas).

El fenómeno bear se difundió rápidamente en EEUU y Canadá, y poco más tarde por Europa, Australia y Japón. Se fundaron numerosos clubes, se abrieron bares de osos, se crearon cientos de páginas de Internet, y se comercializaron otras revistas (Husky Magazine, American Bear, Bulk Male, Big Ad, etc), vídeos y complementos ursinos. En 1997 aparece el primer ensayo sobre el mundo de los osos gays, un estudio donde se analiza el origen de este movimiento, sus características y las implicaciones sociales que está teniendo  ("The Bear Book. Readings in the History and Evolution of a Gay Male Subculture", por Les Wright (editor). Harrington Park Press, Binghamton, Nueva York, 1997). En el Estado español se crean los primeros colectivos de osos a mediados de los años 90, y desde entonces han crecido hasta formar grupos en casi todas las comunidades autónomas. Bares como el Bear Factory en Barcelona, el HOT en Madrid o El hombre y el oso y el Man to man en Sevilla con referencias muy populares del movimiento oso del Estado español.

Los osos han producido un efecto de subversión en dos ámbitos diferentes: dentro del mundo gay, el movimiento oso es una estrategia de resistencia contra la tendencia dominante de valoración de un tipo de cuerpo/edad (danone/joven), está generando nuevos espacios de relación y de disfrute, y ha demostrado que existe una diversidad mucho mayor en las formas de relacionarse de los gays que la que se ofrece habitualmente en los medios de comunicación (incluidos los medios gays). En el ámbito heterosexual, la imagen de dos hombres barbudos besándose resulta tremendamente inquietante, rompe el molde tópico del "mariquita-loca-afeminado" que es tan útil para los héteros a la hora de distanciarse de los gays y de marcarles como una cosa rarita, ajena a ellos. Esto es distinto, la estética de los osos es cercana para el mundo heterosexual, demasiado cercana: el carnicero del barrio de la barba negra que te vende las morcillas o el fontanero de brazos peludos y bigotes que viene a repararte las cañerías pueden ser gays ("¡quién lo iba a decir!"). En el capítulo siguiente estudiaremos esa ‘cercanía’ en lo que supone de parodia de la masculinidad.


La subcultura de los osos tienen una relación paradójica respecto a la masculinidad. Por una parte se basan en el exceso, en una puesta en escena que muestra el carácter performativo del género. Por performativo entendemos el análisis que desarrolla Judith Butler en su libro El género en disputa. Butler toma la noción de Austin de actos performativos y, a partir de la elaboración que de ella hace Derrida, la utiliza para mostrar que el género en sí mismo es una ficción cultural, un efecto performativo de actos reiterados, sin un original ni una esencia:


“El género no debe interpretarse como una identidad estable o un lugar donde se asiente la capacidad de acción y de donde resulten diversos actos, sino, más bien, como una identidad débilmente constituida en el tiempo, instituida en un espacio exterior mediante una repetición estilizada de actos. El efecto del género se produce mediante la estilización del cuerpo y, por lo tanto, debe entenderse como la manera mundana en que los diversos tipos de gestos, movimientos y estilos corporales constituyen la ilusión de un yo con género constante. Esta formulación aparta la concepción de género de un modelo sustancial de identidad y la coloca en un terreno que requiere una concepción del género como temporalidad social constituida. Es significativo que si el género se instituye mediante actos que son internamente discontinuos, entonces la apariencia de sustancia es precisamente eso, una identidad construida, una realización performativa en la que el público social mundano, incluidos los mismos actores, llega a creer y a actuar en la modalidad de la creencia. [...] Las posibilidades de transformación de género se encuentran precisamente en la relación arbitraria entre tales actos, en la posibilidad de no poder repetir, una de-formidad o una repetición paródica que revela que el efecto fantasmático de la identidad constante es una construcción políticamente endeble. [...] El hecho de que la realidad de género se cree mediante actuaciones sociales continuas significa que los conceptos de un sexo esencial y una masculinidad o una feminidad verdadera o constante también se constituyen como parte de la estrategia que oculta el carácter performativo del género y las posibilidades performativas de que proliferen las configuraciones de género fuera de los marcos restrictivos de dominación masculinista y heterosexualidad obligatoria"

En el caso de la cultura bear, la representación es una replicación de “lo natural”. El hombre bear juega con una presunta naturaleza salvaje, una masculinidad idealizada que enlaza directamente con lo animal y que rechaza –aparentemente- los suplementos de la cultura gay dominante (interés por la moda, refinamiento, amaneramiento, maquillaje, afeminamiento, etc). Pero también en este caso se trata de una naturaleza que nunca estuvo allí, es decir, se recrea performativamente una estado natural-animal que jamás han experimentado los seres humanos. En ese sentido, la fragilidad de la masculinidad se muestra en la laboriosa reconstrucción, en la imposible nostalgia de un “hombre natural” que es recreado en la estética bear.

Este doble juego de natural-artificial se muestra claramente en la revista Bear Magazine. En la cabecera de la portada reza el siguiente frase: “Masculinity without the trappings” (Masculinidad sin adornos). Sin embargo, en su interior la mitad de las páginas de la revista son anuncios de complementos para la construcción del oso ideal, es decir, esos adornos de los que renegaba en la portada: gorras, tirantes, camisas de cuadros tipo leñador, botas de montaña, vaqueros, cinturones... Incluso la barba, elemento clave de esta cultura, suele aparecer cuidadosamente recortada en los modelos de la revista.

Se trata una vez más de una estilización de la conducta, pero es importante señalar que la masculinidad heterosexual participa exactamente del mismo proceso. El hombre heterosexual aprende desde el nacimiento unos códigos que va a repetir continuamente, y que marcarán su experiencia subjetiva de la masculinidad. Pero esos códigos no son menos artificiales que los de un leather o un oso. Es más, podríamos decir que ‘la heterosexualidad’ es uno de esos rasgos que constituyen la masculinidad ideal. Lo interesante de los osos es que utilizan los códigos masculinos pero al final se produce una traición, no son hombres ‘de verdad’ porque son gays.

Es importante recordar que “vestirse de hombre” es algo que los hombres aprenden; los hombres “biológicos” repiten unos códigos que les integran en la hombría “social” y en la masculinidad, pero esos códigos vienen dados por un contexto cultural concreto, no son propios de ningún sujeto a priori. Si llevamos al extremo esos códigos de la masculinidad, como hacen los leather y los osos, podemos mostrar y desenmascarar ese carácter teatral de toda identidad.

Sin embargo hay siempre un envés en estos procesos sociales, se da la posibilidad de una asimilación a los sistemas de dominación heterocentrados.

La otra lectura que podemos hacer de estas subculturas va en la dirección contraria. Lo bear plantea una posibilidad de normalización y de integración bastante peligrosa. Su parecido a la cultura heterosexual dominante hace que a veces se caiga en la tentación de recuperar el discurso plumófobo y normativo. Algunas corrientes de la cultura de los osos son profundamente plumófobas (además de misóginas y lesbófobas), acusan a las locas de dar una imagen ridícula de los gays, y reivindican una masculinidad “normal” e integrada que busca la aceptación del colectivo heterosexual. Son argumentos del tipo: “soy normal, no quiero diferenciarme de los heteros, soy un hombre masculino, no quiero que se me note que soy gay, así me aceptan mejor, yo valoro a los hombres de verdad no a esas locas ridículas...”. En realidad este discurso supone un nuevo proceso de armarización, un uso interesado de la masculinidad para pasar ‘desapercibido’.

Esta lectura, profundamente conservadora, pretende recuperar la idea de un hombre natural, y vincularla de forma directa con la masculinidad (como si el binomio hombre=masculinidad tuviera sentido). Para la mirada heterosexual es también enormemente reconfortante, permite recuperar a un gay “sano”, que no cuestiona la masculinidad ni perturba sus códigos. Este proceso muestra la capacidad de los sistemas para asimilar e incorporar las nuevas identidades.
No obstante, siempre nos queda la posibilidad de retorcer de nuevo los códigos, de hacer proliferar nuevas subculturas que desestabilicen el sistema heterocentrado y su producción de géneros estables.



Javier Sáez, Sociólogo .

Este y otros textos para pensar lo queer en Queeremos saber




domingo, 24 de noviembre de 2013

domingo, 17 de noviembre de 2013

Autoviolencia sin género




Por que me amo me maltrato, me golpeo,
me humillo, me llamo zorra infiel,
me arrastro de los pelos por el suelo del salón,
me pongo los ojos "moraos".

Porque me amo siento celos: de los ojos
que me miran, de las manos que me tocan,
de las pollas que me follan, de las bocas
que me muerden.

Porque me amo me abandono y me dejo
llorando en la cocina, pego un portazo,
me voy de juerga y vuelvo pedo a casa
a las tantas de la madrugada, me violo brutalmente
y me doy otro par de guantazos bien "daos".

Porque me amo no me denuncio, ni me quejo,
ni se lo cuento a nadie ni pido ayuda;
no hago las maletas y me largo para siempre
porque me amo.

Porque me amo incendio la casa,
por que me amo me tiro ácido por la cara,
rompo los muebles, me pego un tiro en la cabeza
o lo confieso todo a la guardia civil.

¿Es tan dificil de entender?
Me maté porque era mía.


De Los poemas Pornoterroristas de Diana J Torres






miércoles, 6 de noviembre de 2013

Trans en huelga




Hace tiempo que no escribo nada y público nada en este espacio. Llevo tanto tiempo pensando en recuperarlo y darle un revulsivo importante a éste contenedor continuamente en tránsito, que decidí que solamente lo recuperaría en cuanto tuviera algo muy importante que decir (aunque luego luego continue el blog con los desvaríos y fetichismos a los que están acostumbrados los exiguos lectores que lo siguen). 

Posiblemente no estén acostumbrados a que les hable en primera persona, por eso de mantener la inconcreta identidad de la idiosincrasia de este espacio, pero está vez es algo personal, público y político.

Me encuentro cabalgando en una espiral de sentimientos que van desde la admiración hasta el miedo, pasando por toda la gama de emociones que hay entre ellos. 

Estamos a 4 horas de que varias trans inicien una huelga de hambre en pro del reconocimiento político de sus derechos fundamentales. Me llama a escribir esto sobre todo la noticia de que mi amiga Kim Pérez se ha unido a la lucha. Desde aquí quiero dar todo el apoyo moral a su lucha y a toda una vida ayudando a todas las personas que se mueven entre los dos polos que el sistema de pensamiento dominante impone.

Para quien no la conozca ella es un referente en el activismo trans, y en la vida de muchas personas no definidas exactamente en esta etiqueta. Esta acción que ha decidido llevar a cabo responde a una coherencia en el devenir de su propia vida. Ha luchado hasta decir basta, contra viento y marea, consiguiendo muchos logros que el resto de la sociedad pensaba que eran quimeras. Kim es un apoyo para todas las excluidas y todas las invisibles. De nuevo dedica su vida personal para un logro común, no solo para transexuales sino para todas las personas que no nos sentimos cómodas bajo ninguna dicotomía, para todas aquellas que nos movemos entre la asertividad y el miedo, entre fuerza y la debilidad, entre el llanto y la hilaridad.

Desde aquí todo nuestro a Kim a todas las que se unen a la lucha por conseguir un mundo en el que quepamos todas.

Acabamos con las palabras siempre acertadas de la gran Kim:

"Yo soy muy independiente y ahora estoy contenta de mi independencia. Pero mis propósitos son las reivindicaciones comunes de las personas transexuales, porque son de sentido común."

Las reivindicaciones que buscan con ésta acción política la pueden encontrar aqui, dónde además pueden encontrar un amplio foro de debate sobre identidades en tránsito y extenso desarrollo del pensamiento de Kim.






martes, 24 de septiembre de 2013

¿Hasta cuando te vas a quedar?



-Me he ido de la casa sin decirle a dónde iba, tenía tantas ganas de abrazarte.
(conforme la abrazaba se le iba escapando suspiro).
-Estoy harta, me de asco hasta mirarle.
-¿Hasta cuándo te vas a quedar?
-Desearía que para siempre.
-No me digas lo que quiero ir solo para autocomplacerte. Si te vas otra vez sin saber cuándo te volveré a ver a ti te seguirá quedando todo y yo pensaré que no habrá quedado nada, aunque me duela.
-Pero sabes que al que quiero realmente es a tí.
- No, en realidad no me quieres solamente quieres la imposibilidad de quererme. No te vayas pensando que has hecho nada por nadie más que por ti misma.

lunes, 9 de septiembre de 2013

No comment










¿Que si follamos? Pues sí ¿Con quién? No comment ¿Con desconocidos? Pues Si ¿Con conocidos? No comment ¿Con fontaneros? Si ¿Con camioneros? También ¿Con toreros? No comment ¿Con mujeres? Uh, uh, uh ¿Si nos excitamos? Pues si ¿Con qué? No comment ¿Con cuero? Pues si ¿Con sadomaso? También¿solo suave? No comment ¿Con señores? Pues si ¿Cómo señoras? También ¿Hasta que edad? No comment ¿Por detrás? Si, si, si ¿Con el miembro? No comment ¿Desde el instituto? Si ¿Desde el colegio? No comment ¿En el gimnasio? Si ¿En cualquier parte? Uh, uh, uh. ¿Qué si los fotografio? Pues sí ¿A desconocidos? No comment¿En Público? No comment ¿A todas horas? Siempre ¿En el trabajo? No comment ¿En su cama? Uh uh uh ¿Solas? Habitualmente ¿Entre nosotras? No comment ¿en la primera cita? ¿Por qué no? ¿Con osos? Por supuesto ¿Con osas polares? No comment ¿Sin meter? Pues si ¿Cuántas veces al día? No comment ¿Por compasión? Bueno… ¿Por dinero? Algun día ¿Pagando? No comment ¿Por amor? No comment ¿Qué si tenemos orgasmos? Uh uh uh, No comment.

Texto: Plagiado de No Comment- Feria
Imágenes: Charles François Jeandel (Inventor del Bondage)

Todo copiado, todo plagiado...

jueves, 13 de junio de 2013

Sígueme



Hace ya algunos meses que Sígueme fue estrenado en la red, algún año desde que fuera premiada cómo el mejor corto español por LEGAICINEMAD y alguno que otro más desde que estuviera el guión sin pulir. Transfetisch llega tarde a hacerse eco de esta obra, pero eso es lo de menos. Siempre formó parte de este universo tan particular del blog. Siempre nos gustó estar un poco desfasados.

Sígueme es un trabajo del polifacético Alejandro Durán que no ha dejado de tener reconocimiento por la comunidad LGTB y por el público en general (solo hay que echar un vistazo a las visitas desde Vimeo o Youtube).

Bueno, en fin, este post no es para explicar las bondades del reconocimiento social.

Sígueme es una historia dentro de otra historia, una pincelada llena de casualidades, encuentros, promesas y proyectos de vida. Es tan humana apenas necesita diálogo hablado.

Durán muestra con el corto una narrativa sin concesiones, visceral y abierta. Transgrede esos dualismos que tanto nos gustan transgredir aqui. Lo inhóspito y lo establecido; el clavo ardiendo y los compromisos para siempre. Del amor al primer contacto y de las promesas que todavía valen todo.

En la superficie es una historia de amor. En el fondo es una reivindicación de la ruptura del binarismo bienpensante. En la superficie habla de la infidelidad, en el fondo habla del amor anómalo, de romper con las eternas elecciones, de nuevas concepciones de alianzas. En el fondo y en la superficie habla de la diversidad.

Lo que hace especial a la obra es el tratamiento tan humano de la diversidad. Lo consideramos muy nuestro por que plantea una subversión de la normatividad sin caer en el paternalismo al que nos tiene acostumbrados Hollywood o el cine comercial. Habla de la ruptura de los modelos clásicos casi como una evolución natural de la especie humana.

Todo sin hablar del universo en el lenguaje visual que crean los actores, que invitan a formar parte de toda la historia, casi en primera persona.

Por todo esto, y por que este blog nació, en parte, gracias a la inspiración de Alejandro Durán se merece un hueco bien grande en este espacio casi inhóspito de la red.




domingo, 2 de junio de 2013

La Condena




Miro a la camarera que viene y me dice justo lo que quiero oír. Miro a mi lado y la veo a ella, La Imperturbable (últimamente me gustaba refirme así a ella en mi pensamiento).
Observo el ritual de la camarera al ponerme mi Pálido con Coca cola, sinuosamente.
Vuelvo mirar a la que está a mi lado y me despierto por enésima vez del sueño.

¿Cómo acabó La Imperturbable ocupando mi vida?

Miro a la camarera y me la imagino poniéndome los hielos con los dedos para después llevárselos lentamente a la boca. Ya solo puedo sobrevivir alimentándome de esas pequeñas fantasías, efímeras, voluptuosas y, sin embargo, cargadas de esperanza. Podía ser la camarera, la mujer que me vende el periódico o la chiquilla que vuelve todas las mañanas del colegio de monjas, incluso el cartero y su poder de jugar con los destinos de personas desconocidas y de entregar decisiones irrevocables.
Entre la Imperturbable y yo ya estaba todo más que dicho. La quiero y eso duele. Es una condena que me obligo a vivir. Tengo miedo a que me odie (eso me hiere y me gusta). Hacía mucho tiempo que cuando se dirigía a mi, me limitaba a subir el volumen del televisor, que no parábamos a mirarnos en la cama.
Y ahora el bar vacío, haciéndonos la soledad más sola. Ya no nos basta.
Últimamente ya solo nos gustaba ir a bares vacíos, para dejar de airear algo que fue nuestro; para que nadie más, excepto nosotros dos, se siga creyendo esta mentira que en el tiempo dura ya años.
Me pregunto cuánto tiempo hace desde que podíamos hacer el amor sin estar borrachos.
¿Hace cuanto tiempo que nuestro amor empezó a ser una quimera, un mero deseo egoísta, un aburrido deseo cumplido?
Y ahora me encuentro incapaz de cerrar un cerrojo que he abierto mil veces. Y ella hermética.
La camarera se deja ver entre la barra y la cocina, ese objeto de deseo. Es que no estamos dónde queremos estar. Intento maquinar en mi cabeza una situación para que la diosa de los hielos y yo tengamos que acabar en el pequeño almacén del bar. Quiero que me bese antes de saber su nombre, que me abrace por primera vez.
Cuatro copas después, miro a la imperturbable y le digo: -¿Nos vamos? Con un movimiento de los hombros me hace entender que le da lo mismo. Ya todo le da lo mismo.
¿Quién pone las reglas? ¿Conocí el amor?

Dejamos el bar entre suspiros y zozobra, miro a la camarera, mi diosa de los hielos, y le digo con la mirada: RESCÁTAME.

Siempre me he considerado un nihilista. Por eso me casé con un maniquí y ahora sé que yo también lo soy.
Ahí se quedaba la camarera, sola. Deberíamos desencajar las articulaciones. Pero, si es un monstruo, ¿Por qué la quiero besar?

Llegamos a casa; tan llena de silencios y suspiros, con el papel pintado que se despega de la pared por la calima que inunda el aire. Se me ocurrió que aquel papel pintado, era cómo una metáfora de nuestra relación.

-Crema de calabacín, como todos los jueves.

Miro la puerta de la calle.


Gracias a la inspiración de Jose Rosales