domingo, 2 de octubre de 2011

Dignidad & Testosterona


Si, amigos, vivir a base de gin tonic parece ser el elixir de la eterna juventud. Aunque este combinado, solo apto para gargantas e hígados potentes y de derechas, tiene sus ventajas e inconvenientes. La principal ventaja es que puedes encontrarte con chulos clones de Lorenzo Lamas en los claroscuros de la noche. Lo ves, los idolatras, veneras el poderío de una barba imponente. Líquidamente tiendes a idealizarlo, por las rudas de sus maneras, pero en cuanto intentas un juego de miradas con él, se lo impide la tensión del cuello que le hace subir la mirada, porque el cerebro le ha mandado que se comporte dignamente. Esa simulación de la homosexualidad en la discoteca de ambiente granadina supone maniquíes adoradores de divas del pop, que se copian la una a la otra y desatarse la mano de la silla de anea en su pueblo para no alzarla por encima del codo. Hombres que insisten en adorarte y bailan detrás de ti, anchas espaldas y testosterona saliendo por la manga de la camiseta que tienen amigos gilipollas y cocosos. Maestros que te dicen es tu antihombre. Barbas y pechos que te miran fijamente y sordos a los que oyes de fiesta. Todo para irte dignamente pensando “no he pillao por que no he querido” y estar a punto de presenciar la pelea entre chonis ilustradas y una antigua loca del instituto con un nuevo nombre.

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