lunes, 22 de agosto de 2016

La tristeza humana


Un artista anónimo del que solo se le conoce su firma (hi) ha retratado mediante su trabajo las hondas emociones que produce la tristeza. Una serie de numerosos chavales jóvenes llenos de melancolía en su mirada forman su obra. 

Al descubrirlo entré en un proceso fuerte de inspiración y de reflexión sobre la tristeza humana y salió esto. Ahí lo llevan, súfranlo. 





La tristeza, ese sentimiento relegado, olvidado e infravalorado, oculto en las postrimerías de nuestro ideal de belleza ha de ver la luz. El ser humano necesita no solo estar triste, sino zambullirse en sus aguas. Tenemos que mirar a los ojos a nuestros fracasos con nuestros ojos reventados de dolor. Con rojo lágrima, rojo ojera.

La tristeza es la falta de consuelo, o mejor dicho, la idea de la falta de consuelo. No hay una honda grieta más grande que el matrimonio lésbico entre Consuelo y Amparo, chantajeado de forma continuada en la sombra por Soledad, la tercera en discordia. Es un matrimonio malavenido que se va balanceando en un baile sinuoso que llega desde el estómago a la garganta.


La tristeza es una herida que aún no ha empezado a cicatrizar, que casi no es herida porque aún está abierta. No podemos obviarla ni luchar contra ella, porque caeríamos en la trampa de querer ocultarla bajo una alfombra de emociones compradas e impostadas. Una alfombra que no pararía de crecer; que la mierda esté oculta no significa que no pueda acumularse. Hay que estar en sintonía con la tristeza, dejar que nos impregne la mirada, dejar que nos ponga rígido el ictus.

Girar la cabeza lenta y premeditadamente solo para mirar atrás, para enfrentarte a tus decisiones y tus salidas de tono. Mirar atrás solo para ver en qué punto fracasaron tus planes. Un ejercicio que requiere aguantar con estoicidad cualquier tipo de tortura posible: desde los puñales en el pecho hasta las plumas en los pies, hasta la repetición continuada de los momentos en que tenías fe en tus expectativas. 

No se quiere (a) quien no mira atrás lleno de de melancolía . No se quiere a sí mismo nadie quien no sepa dar un silencio para no infringir dolor. No crece quien no decrece, quien no decrece sus ganas de hacer decrecer al otro. Quien abandona el gregarismo, la voluntariedad, la alteridad. No crece a quien no le permiten estar triste.






Suelo pensar que cuando llego a casa por fin puedo recuperar toda la soledad que he ido perdiendo a lo largo del día. Siento que entonces es el momento de enroscarme en mi mismo queriendo tomar forma de una constelación lejana, cuando sé que en realidad soy la más mínima unidad de medida que puede existir en este juego de niños que llamamos vida.

 La tristeza tiene que achicarte para luego crecerte, solo para aprender que en realidad no eres tan grande, mediante una bofetada.
La tristeza también es la verdad callada en el corazón. La sombra continuada del silencio, del secreto. El misterio de los nuevos misterios. Sentir la tristeza ya al despertar a un día nuevo.

Estar triste es la sublimación del alma. Es una careta interior destinada solo a engañarnos a nosotros mismos. A veces la podemos ver como un truco, un fraude trilero, pero esencial al fin y al cabo para activar un proceso profundo y real de reflexión sobre uno mismo. La búsqueda de un mínimo común denominador de lo que es ser uno mismo. La búsqueda de un patrón común a tus reacciones.

Al parecer la única regla que domina todos los tipos de tristeza es la Soledad. La tristeza hay que vivirla solo, no quiere compañeros de piso, y eso querida amiga, es el auténtico calvario de la persona triste. No poder compartir la tristeza por miedo a ser tomada como un reclamo de compañía. La personas no soportan la tristeza de otros, no soportan verlos en el fango, no soportan el calvario de la persona triste. El miedo a pedir ayuda sin duda es la enfermedad del siglo XXI.







La tristeza, el ahondamiento no es lo mismo que el drama, porque el drama implica una situación, un contexto, una pérdida, una lágrima del otro inundando nuestra cara. La tristeza es algo individual y transferible, no atiende a un porqué y no espera a que el camino enrevesado de zarzamoras nos impida salir, nos impida la huida.

La tristeza es absolutísima, tiene impregnarlo todo de tristeza; tiene que teñir todo con la presencia de todos los colores mezclados. Tiene que convertir la sonrisa del joven  que mira su niñez en la más terrible desdicha; el recuerdo del primer beso como una sentencia condenatoria sobre las promesas.

Pero en realidad no estoy muy seguro de todo esto porque solamente me tomo el lujo de escribirlo. ¿Que como se ha de vivir este sentimiento? Eso quisiera yo saber… 





                            Todas las imágenes son de 

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